Desde tres anos, es siempre con el mismo animo que compito al concurso de pintura durante el evento Montmartre à Clisson !

 

Llegué temprano el sábado a la mañana, y una vez el equipo controlado, y el desayuno tomado, me voy a la conquista de una linda vista que dibujar. De ninguna manera esa tarea es evidente. La ciudad ofrece una multitud de colores, de paisajes y de estilos arquitectónicos más idílicos los unos que los otros.

 

Perfume de Italia y arquitectura medieval empiezan a esbozarse bajo los trazos de los lápices de las artistas. La ciudad se despierta tranquilamente y se tinta deliciosamente de escultores, dibujantes y pintores de todos estilos. Los fotógrafos inmortalizan el evento siendo reporteros el tiempo de una imagen.

Las pausas se sucedan a merced del viento y de la lluvia que al final desaparecerán al medio día, dejando adivinar suavemente el esbozo de un sol.

Mi asenso comienza abajo del castillo, al parque Henri IV. Al lado del rio, me encuentro con unos pescadores, unos patos, y también un pintor. Intento esbozar unos trazos pero rápidamente me encuentro mojada por la lluvia.

Mirando el cielo y sus lindos matices de gris, me decido a buscar un lugar protegido.

Es con algo de amargura que dejo ese precioso espacio natural, que ya ha sido inmortalizado varias veces por los pintores del siglo 19, que habían llegado a Clisson influidos por el escultor François Frédéric Lemot y por los hermanos Cacault.

Si Clisson se presta tanto a ser pintada, no es solo a causa de sus colores y sus paisajes, pero también es gracias a esos artistas que supieron valorar sus riquezas. Ese buen evento tiene todo sentido en esa ciudad artística.

Entonces me voy a la búsqueda de un lugar protegido que sabrá animar mi alma creativa. Paseo en la ciudad encontrando más y más cuadros. Los puntos de vista están llenos de caballetes que invitan a soñar.

No me canso de admirar todas las técnicas utilizadas. Clisson de adivina con pintura al pastel, se ilumina con acuarelas, se petrifica con acrílico y se funde a dentro de pintura al oleo, dejando el carboncillo dibujarla y la sanguina despertar sus colores calientes y meridionales propias a ese acento de Tivoli francesa

Termino mi carrera buscando la tapa perfecta en pleno corazón del parque de la Garenne Valentin, un parque paisajístico del siglo 19. Me pongo entre sus arcadas y empiezo a colorear con pastel mi hoja de papel. Mis dedos se ejecutan, mi hoja se llena, y dejo volar el osmosis entre la naturaleza, la paz y el silencio que llena tanto el artista e frente de su modelo.

Ya esta, encontré el lugar que me inspira….

Photos: ®E. Marguinaud